El proceso de lateralidad es muy largo, va desde el nacimiento hasta los 6-7 años de edad. En los primeros años de vida el niño debe poder estimular todas sus entradas de información, da igual el lado del cuerpo que sea, y ya cerca de los 6 años es cuando debe empezar a definirse como diestro o zurdo para que no le afecte al aprendizaje de la lectura, la escritura, el dibujo y las matemáticas.
Trabajamos desde el momento en el que el niño se ha salido del camino correcto de todo este proceso y le ha ayudamos a volver a él y que el resto del proceso se produzca con normalidad y no le afecte al resto de su vida.
Puede ocurrir que:
- El bebé no haya pasado por todas las etapas del desarrollo motor grueso con normalidad, y le haga ser más torpe, descoordinado y con peor equilibrio.
- El bebé no haya desarrollado los dos lados del cuerpo en igualdad, por tanto, uno de los hemisferios esté menos desarrollado y ambos no tengan claras su funciones de dominante y subdominante.
- El cuerpo calloso sea débil porque se haya saltado algún paso de la etapa contralateral, por tanto ambos hemisferios no se comunican bien y sea lento en el procesamiento de la información, llegando a dar respuestas erróneas.
- No tenga un lado dominante y otro subdominante de ojo, mano, pie y oído, por tanto, se forme una lateralidad cruzada o una lateralidad sin definir.
- No tenga claro dónde está su derecha y su izquierda (LATERALIDAD) y no sepa llevarlo al espacio que le rodea (DIRECCIONALIDAD) y no sepa orientarse en el espacio (RELACIONES ESPACIALES).
- No sepa orientar las letras y los números, ni ordenar los números en una cifra o las letras en una palabra o las palabras en una frase. Por tanto, sus tareas sucias y desordenadas.
Todo esto afecta a la lectura y la escritura, a estudiar de forma ordenada, procesar la información que el profesor está explicando, responder de forma adecuada ante una secuencia de órdenes, etc.
Sabiendo qué ha fallado de todo este proceso podremos tratar el problema del niño de ese “momento”.
Muchos problemas de DISLEXIA o DISCALCULIA vienen de una alteración en el desarrollo de estas áreas, un reflejo no integrado o un mal conocimiento del propio cuerpo del niño, que le hace confundir su derecha de su izquierda, o la de los demás, y tener problemas con la orientación y orden de las letras y números o no poder visualizar un dibujo geométrico.
Pero a veces un niño puede tener dislexia o discalculia y no invertir las letras, o escribir o leer con aparente normalidad, o sacar los cursos con incluso notas muy buenas. En el caso de la DISCALCULIA el hecho de tener alterado todo lo relacionado con los números, no implica que en el resto de las áreas no sea brillante. Puede manifestarlo sin embargo, en otras actividades como problemas en las matemáticas, problemas para calcular distancias o tamaños, o para recordar cantidades o fechas. En el colegio puede no afectarle o subsanar él mismo el problema creando «estrategias», pero más adelante en su vida adulta puede manifestarse de nuevo, por ejemplo, en el momento de aparcar un coche, calcular «a pachas» una comida entre amigos, no recordar los precios, no recordar fechas,… Ahí es cuando de nuevo da la cara 😉